charlszone2
Applesano
X-Plane 9
Lo primero que hay que saber del juego X-Plane, es que… no es un juego. Al menos no en un sentido excluyente: es decir, quizás sea un juego, pero desde luego no es sólo un juego. Puede considerarse como tal en el sentido de que puede llenar muchas horas de ocio, pero los requerimientos para disfrutar de X-Plane no se limitan a la potencia de tu ordenador. También a la de tu cerebro.
Dentro de los simuladores de vuelo vas a encontrar diferentes niveles de realismo, de profesionalidad y, en consecuencia, de exigencia. En un primer nivel ubicaríamos aquellos simuladores en que controlas un avión con sólo dos teclillas, y en el que el objetivo puede ser, simplemente, disparar contra otros aviones. No requieren mucho aprendizaje y están más cerca de un juego de acción que de un simulador. En el otro extremo está X-Plane.
X-Plane es, sin duda, el simulador de vuelo más realista del mercado. Sin la calidad gráfica del Flight Simulator de Microsoft, lo que no significa que los gráficos sean malos, permite experimentar la sensación más cercana a la realidad posible de estar a los mandos de una aeronave real. Algo que, como es de suponer, no es fácil. Es por ello que la curva de aprendizaje de X-Plane te recordará, en estos tiempos de Tour de Francia, a cualquiera de las 21 curvas del mítico Alpe d’Huez
De todas maneras, tampoco hay que asustar a nadie: X-Plane es, como la mayor parte de aquello que requiere un aprendizaje, muy difícil de dominar. Pero no necesitarás mucho tiempo para poder hacer algo con él sin aburrirte. Despegar, que es el inicio de toda aventura aérea, es bastante fácil. Y mantenerse en el aire, con el piloto automático, es pan comido. El problema reside precisamente en lo que podría considerarse el objetivo del juego: dirigirse a un punto concreto y aterrizar allí. Aquí es donde el juego demuestra su máximo potencial (y su máxima dificultad). Como en un avión real, necesitarás conocer y manejar los sistemas de navegación para poder llegar a buen puerto. O a buen aeropuerto en este caso. Y una vez allí, lo más complicado: tomar tierra sin atragantarse. O sea, posarse delicadamente sobre la pista de aterrizaje sin descuajaringar el cacharro. No será fácil.
Lo primero que hay que saber del juego X-Plane, es que… no es un juego. Al menos no en un sentido excluyente: es decir, quizás sea un juego, pero desde luego no es sólo un juego. Puede considerarse como tal en el sentido de que puede llenar muchas horas de ocio, pero los requerimientos para disfrutar de X-Plane no se limitan a la potencia de tu ordenador. También a la de tu cerebro.
Dentro de los simuladores de vuelo vas a encontrar diferentes niveles de realismo, de profesionalidad y, en consecuencia, de exigencia. En un primer nivel ubicaríamos aquellos simuladores en que controlas un avión con sólo dos teclillas, y en el que el objetivo puede ser, simplemente, disparar contra otros aviones. No requieren mucho aprendizaje y están más cerca de un juego de acción que de un simulador. En el otro extremo está X-Plane.
X-Plane es, sin duda, el simulador de vuelo más realista del mercado. Sin la calidad gráfica del Flight Simulator de Microsoft, lo que no significa que los gráficos sean malos, permite experimentar la sensación más cercana a la realidad posible de estar a los mandos de una aeronave real. Algo que, como es de suponer, no es fácil. Es por ello que la curva de aprendizaje de X-Plane te recordará, en estos tiempos de Tour de Francia, a cualquiera de las 21 curvas del mítico Alpe d’Huez
De todas maneras, tampoco hay que asustar a nadie: X-Plane es, como la mayor parte de aquello que requiere un aprendizaje, muy difícil de dominar. Pero no necesitarás mucho tiempo para poder hacer algo con él sin aburrirte. Despegar, que es el inicio de toda aventura aérea, es bastante fácil. Y mantenerse en el aire, con el piloto automático, es pan comido. El problema reside precisamente en lo que podría considerarse el objetivo del juego: dirigirse a un punto concreto y aterrizar allí. Aquí es donde el juego demuestra su máximo potencial (y su máxima dificultad). Como en un avión real, necesitarás conocer y manejar los sistemas de navegación para poder llegar a buen puerto. O a buen aeropuerto en este caso. Y una vez allí, lo más complicado: tomar tierra sin atragantarse. O sea, posarse delicadamente sobre la pista de aterrizaje sin descuajaringar el cacharro. No será fácil.